domingo, 24 de marzo de 2013

Fútbol y dictadura


Difícil es hablar del Mundial 78 disputado en nuestro país sabiendo que fue organizado por un gobierno militar que usó la competición como distracción. Mientras el pueblo permanecía con la lógica euforia por ser anfitrión del Mundial, los genocidas aprovechaban para secuestrar, torturar, matar gente, y que de esto prácticamente no se hable.

Pero hablando únicamente de lo futbolístico, el Mundial en casa era una oportunidad única que no se podía dejar escapar. Menotti y su cuerpo técnico trabajaron 4 años para lograr un objetivo. Buscaron jugadores a lo largo y ancho del país. Definieron un estilo de juego y convencieron al plantel de que era el correcto. También se hizo mucho hincapié en la parte física, que se sabía, era una desventaja al lado de las potencias europeas. Se trabajó y mucho para darle una alegría al pueblo argentino.

El día en que comenzó la dictadura militar, el plantel de Argentina se encontraba en Polonia para disputar un amistoso. Se enteraron del golpe de estado a pocas horas del partido y fue muy duro asimilarlo. Incluso Mario Alberto Kempes, emblema de aquella selección, lloró al saber de la noticia. El plantel pensó en regresar al país, pero el periodismo dio tranquilidad y entre todos, acordaron quedarse y disputar el encuentro.

El gobierno militar se jugaba mucho con el Mundial. Nada podía salir mal. Buscaron tener el poder total de AFA y lo lograron. Confiaron en la idea de Menotti y lo respaldaron a tal punto de que no permitía a nadie cuestionar ni a él ni al plantel. Estuvieron atentos hasta del último detalle para que el evento se transforme en una fiesta: la fiesta de todos.

Pero la fiesta no fue de todos. Algunos, lo que en realidad vivieron fue un calvario. En centros de detención clandestinos, con poca comida y casi sin vestimenta, miles de personas sufrían los golpes y torturas de los genocidas que ocupaban el poder. Veían como afuera el mundo seguía sin que nadie se preocupase por ellos.

Las abuelas de plaza de Mayo, otro personaje más que importante durante la dictadura militar, aprovechando la revolución que generaba el mundial, se reunían en Plaza de Mayo acusando los secuestros de sus hijos. Llamaron la atención de medios internacionales y lograron que se hable de ello, pero acá, periodistas como José María Muñoz las definían como “locas”, e argumentaban que todo era una campaña en contra del gobierno para arruinar algo tan bello como el mundial.


En medio de todo este clima de locura y represión, la Selección Argentina logró ganar su primera copa del mundo. Con mucho trabajo, esfuerzo, sacrificio y también talento, claramente. Pero que el Mundial se haya disputado durante la dictadura, es algo que siempre pondrá en dudas el logro obtenido. El 6-0 a una selección cansada físicamente como Perú, provocó miles de sospechas y suspicacias que jamás se pudieron comprobar. Menotti se defendió diciendo que: “En Perú ya les habíamos ganado 3-0 dándoles un baile. Ellos llegaban mal físicamente, les faltaban jugadores importantes y algunos estaban en una pierna. Aguantaron 15 minutos, a los 20 no podían más. Les dije a los jugadores que teníamos que hacer 2 goles en el primer tiempo y así, hacer otros 2 en el segundo tiempo sería más fácil. No era imposible, para nada…”
Incluso en ese partido, las primeras 2 llegadas fueron para Perú, y una dio en el poste. Si esas pelotas tenían destino de gol y la selección quedaba eliminada, nadie hubiera sospechado nada y todas las acusaciones que se hicieron en aquél momento no hubieran existido.

En la final, Argentina enfrentó a la siempre difícil Holanda, una selección a la que daba gusto ver jugar en aquellos tiempos. En una batalla futbolística, Argentina se impuso en el tiempo suplementario gracias al desequilibrio que generó Kempes. Pero eso sí, debió sufrir hasta el final, ya que los holandeses tuvieron un tiro en el palo que hubiera cambiado por completo la historia de aquél mundial. Los militares, desde el palco, nada podrían hacer para remontar un partido ante una potencia como Holanda. El fútbol, dinámica de lo impensado, puede presentar miles de desenlaces, pero estos se definen siempre en la cancha, no afuera.

Argentina fue campeón, y la euforia sirvió al gobierno para seguir haciendo de las suyas mientras el pueblo miraba para otro lado. Difícil es analizar la situación desde la mirada de aquellos que padecían torturas mientras se jugaba el mundial. O desde la m irada de las Abuelas de Plaza de Mayo, que veían como nadie le daba importancia a su reclamo. Pero también es difícil analizar lo sucedido desde el punto de vista de la Selección Nacional, que trabajó muchísimo para lograr un objetivo, y alegró a gran parte del pueblo. Incluso hasta se los tildó de cómplices del gobierno. También es molesto para ellos, que se les quite méritos diciendo que aquél mundial “estuvo arreglado”.  Porque Fillol debió sacar pelotas imposibles, porque Kempes debió desparramar a muchos rivales para llegar al gol. Si los protagonistas no jugaban y trabajaban de la manera en que lo hicieron, nadie los acusaría de nada. Ellos representaron a nuestro país, y lo hicieron de la mejor forma posible.

En definitiva, la opinión cambiará según desde que perspectiva se lo mire. No se sabe en quién creer, en quién desconfiar. No se sabe en quién se puede o no confiar. Quizás todos fuimos cómplices involuntarios de lo sucedido. También todos parecen tener algo de razón en esta negra historia que vivió nuestro país. Lo importante, sin dudas, es que no se olvide nada de lo sucedido. Para no volver a cometer los mismos errores, para estar más atentos, abrir los ojos y ver la realidad. No mirar hacia un costado. Así, esos bochornosos hechos que atentaban contra los derechos humanos, no tendrán más lugar en nuestro pueblo. Para eso, necesitaremos compromiso, verdad, y sobre todo: memoria.

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