jueves, 4 de abril de 2013

La esperanza: el día en que la pelota se dejó de lado

Todo deseo esconde un miedo. Si el miedo no está, el deseo no existe. Porque deseando, soñamos. Soñamos dormidos y también despiertos.




Cuando eso pasa, nuestra cabeza se ilusiona con lo que no tenemos, o con lo que tenemos y no queremos, o con cosas que simplemente son improbables de que sucedan. ¿Quién sueña con lo logrado? En todo lo que deseamos hay, al menos, una dificultad presente. Y a veces esas cosas se complican más de lo habitual y se entorpecen más de lo esperado. El sueño se pone en riesgo, entonces el miedo a fracasar y a no cumplir con las expectativas aumenta, se vuelve todo catastrófico y oscuro. 

Sin embargo un buen día, en aquella penumbra, al final de ese camino negro, brilla una luz ínfima, muy chiquita. Y de curiosos que somos nomás, nos acercamos, pasito a pasito, temor a temor, mientras aquel puntito visible crece, se hace cada vez más grande e ilumina el recorrido. Nuestro recorrido. Le da potencia a las piernas, luz a los ojos, esperanza a los deseos, y sin quererlo, volvemos a soñar.

Este texto surgió de la inspiración, cuando caminaba entre gente, que ayudada a otra gente. El temporal fue nefasto, arrasó con todo y hasta provocó más de cincuenta muertes. En la oscuridad de los últimos días, lo único que nos queda es ver ese puntito de luz, llamado esperanza, y seguir para adelante.



Por Santiago Capriata

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