Lionel Messi, un ancho de espadas
Todo parece simplificarse cuando el balón está en sus pies.
Sin dudas, todos tenemos la sospecha de que algo brillante está a punto de
realizar. Y nuestra intuición no falla. En dos segundos, y con un simple
movimiento, ya se sacó de encima la marca de tres rivales, ya dio el pase y
también se desmarcó para recibir la devolución.
Seguramente, una vez que vuelva a tomar contacto con el balón, ya habrá
mirado de reojo al arquero rival y tendrá definida la dirección y potencia de
su remate.

Arrancó jugando pegado a una raya y haciendo siempre una
misma jugada: recibir en la derecha y recortar hacia el centro desparramando rivales como si
fuesen conos. Luego, se volvió un todo terreno y aprendió a estar perfectamente
ubicado para recibir y luego desnivelar. A veces, parece que está fuera de partido,
pero cuando toma contacto con el balón demuestra que nunca lo estuvo.
Parece llevarla atada a su botín izquierdo. Cuando encara en velocidad, da la impresión de que no hay forma de detenerlo. Algunos intentan frenarlo a los agarrones, empujones, patadas… a veces ni siquiera llegan a alcanzarlo, y otras, no impiden que él siga corriendo a toda velocidad, siempre con la mirada puesta en la pelota, como si a su alrededor nada sucediese.

No todo fue alegrías para el pequeño que resultó ser un gigante. No hace mucho tiempo, supo recibir críticas de sus propios hinchas y de los
periodistas de su país. Incluso, hoy por hoy, una pequeña parte del público sigue buscándole errores para poder defenestrarlo.Pero él, con su humildad, su
jerarquía, su grandeza, permaneció en silencio de la boca para afuera, y se
encargó de hablar en donde más importa: el terreno de juego. Con actuaciones
deslumbrantes se encargó de convertir las críticas en aplausos, las dudas en certezas, las frustraciones en ilusiones.
Etiquetas: Alan Alberdi, Lionel Messi, Notas de opinión, Seleccion Argentina
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