Independiente: Las claves de la levantada
Independiente, en estos
últimos dos partidos, ante Argentinos Juniors y Tigre, ha evidenciado una
notable recuperación. Es muy distinto lo que produce el equipo en cancha ahora
de lo que producía hasta hace sólo tres semanas. Al club de Avellaneda le falta
sumar muchos puntos si quiere quedarse en Primera. Y no depende de sí mismo, ya
que Quilmes, con su gran movilidad en el promedio, derivada de que es un recién
ascendido, puede alternativamente quedar por arriba y por abajo del Rojo, según
gane o pierda. Pero, de todos modos, Independiente actualmente da una imagen de
esperanza, de que se puede quedar, contrastante con la resignación de antes.
El equipo luce mucho más
sólido, más fuerte futbolísticamente y el clima que se respira en los
entrenamientos ha cambiado radicalmente. Si hace tres semanas se podían ver
pintadas amenazantes en los alrededores del estadio, y el domingo los hinchas
que fueron a Victoria terminaron cantando con alegría. Además, los seis puntos
que se le descontaron a Argentinos Juniors (rival directo) en estas dos fechas,
más el traspié que sufrió Quilmes la fecha pasada, alimentan la ilusión.
Mucho se habla de la suerte
en el fútbol como uno de los determinantes. Cómo no aceptarlo, si un país puede
quedar eliminado de un Mundial o de cualquier copa de selecciones por penales y,
esa eliminación, desencadenar procesos profundos (recordar lo que pasó con la
Argentina en la Copa América 2011), o con otros ejemplos. Y en este aspecto, a
Independiente parece haberle cambiado la mano. En la mala racha, Independiente
no tenía suerte. No convertía sus situaciones de gol y en cambio recibía goles,
muchas veces con gran efectividad (en goles convertidos sobre situaciones
generadas) de los equipos contrarios. Y sufría goles que podrían calificarse,
perfectamente, como de mala suerte; el autor de la nota los define como “goles
que sólo sufren los equipos que están en crisis”.
Ante Rafaela, en la previa
al segundo gol, un jugador rafaelino, tropezándose, le dio un pase gol a Diego
Vera. Cuando Independiente se mata
para crear mínimas situaciones de gol, un contrario, de carambola, deja un jugador mano a mano con el arquero de
Independiente. Como yapa, la gran definición de Diego Vera en ese gol,
pinchándola sobre la salida de Hilario. Sin desmerecer al jugador, ¿cuándo en
su vida Diego Vera la picó para hacer un gol? Más todavía: Newell’s, en la
primera fecha, pasó a ganar muy poco después de que Independiente, de penal,
desperdiciara la chance de ponerse 2-1. Y Rafaela se puso en ventaja en la
jugada inmediatamente siguiente a que Farías no pudiera convertir, tras un
error del arquero local (otro indicio de mala suerte, no lograr aprovechar
errores ajenos), el primer gol del partido. Todos estos son pequeños síntomas de
que Independiente, más allá de su falta de juego, no ligaba.
Eso empezó a cambiar a
partir del partido ante Argentinos. Si bien el empate parcial de dicho partido
fue un golazo (del colombiano Lenis), Independiente se salvó algunas veces de
lo que pudieron ser goles de Argentinos. Pelotas que en otros partidos hubieran
ido al ángulo, ahora se iban afuera. Y alcanzó su máxima expresión en el
partido contra Tigre. El primer gol fue de mitad de cancha, y en el segundo la
pelota entró luego de que Javier García no la pudiera rechazar ni desviar, muy
mansamente y casi pidiendo permiso. Son señales de que la suerte empieza a
cambiar.
Por otro lado, hay que
resaltar la enorme mejora en el aspecto anímico. Anteriormente el equipo
entraba con una mentalidad muy débil a la cancha. Ante el primer golpe, fuera
un gol contrario, fuera un gol propio no concretado, la moral del equipo se
caía, por así decirlo. Basta ver cómo, tras el empate de Unión en cancha de Independiente,
éste se desordenó por completo y empezó a buscar el segundo sin orden ni plan
alguno. Lo mismo pasó ante Rafaela. Y ante Argentinos, tras el empate de los de
la Paternal, Independiente se quedó varios minutos sin reacción. Pero, en un
momento, reaccionó y, al poco tiempo, vino el penal convertido por Montenegro,
que reavivó al equipo. A partir de ese gol, el Rojo fue con todo al ataque, y
tanto fue así que llegó a convertir el tercero, y casi que pudo haber hecho más
goles.
Ante Tigre, en tanto, el equipo
salió desde el primer minuto a hacerse dueño del encuentro, con una
personalidad que sólo se le había visto una vez en todo el torneo: contra
Racing. No por la intensidad mostrada, sino porque esta vez la pudo mantener a
lo largo de casi todo el partido. Tal vez se le acerque la versión mostrada en
el clásico ante Boca; para comparar, en ese partido el Rojo se desinfló en el
segundo tiempo, mientras que contra Tigre la actitud de ataque estuvo presente
todo el partido. Quizás Miguel Brindisi haya trabajado mucho en este aspecto;
en alguna declaración, reconoció que el anímico era “el mayor problema que tenía
Independiente”, y que iba a trabajar en eso. Si lo hizo, el trabajo es muy
bueno.
Por último, debe destacarse
la manera en la que juega el equipo. Quizás sea la confianza que se tienen los jugadores,
potenciada por los resultados, o quizás una mayor toma de conciencia de éstos
sobre la situación en la que están. Pero, mirando los partidos, se observa una
mejora en el nivel individual de muchos jugadores que, hasta hace un mes,
estaban en un nivel bajísimo. En los últimos dos partidos se observaron muy
pocos errores defensivos, y una defensa en general más sólida que antes, donde
los jugadores muestran mayor concepto futbolístico a la hora de desempeñarse.
La prueba es que, en estos dos partidos, el único gol sufrido fue de muy buena
ejecución. Por otra parte, al mediocampo se lo nota más comprometido en la
recuperación y el armado de juego. Contrastemos eso con la tonta expulsión de Federico
Mancuello, contra Rafaela, por una innecesaria falta: estaba en la mitad de
cancha; tenía mucho tiempo Independiente para reacomodarse y robar la pelota
Todo eso sin contar que la roja obligó a Independiente a jugar con uno menos
por 60 minutos, y que, evaluando riesgo-beneficio, la decisión de Mancuello no
fue buena. Por muy bueno que sea un avance del contrario, siempre existe la
chance de que éste no termine en gol; pero jugar con uno menos, en la condición
de Independiente, es dar demasiada ventaja. Es algo muy puntual pero, de alguna
manera, corona la situación.
En la delantera se dio el
cambio más notorio. Independiente parece haber encontrado un goleador: el
paraguayo Adrián Fernández, que en los últimos tres partidos marcó cuatro
goles. Es el poder de fuego que le faltaba a Farías. Caso raro el del delantero
bonaerense: fue el único al que el lavado de cara de Brindisi no lo afectó. Ni
contra Rafaela ni contra Argentinos logró convertir. Pero, por suerte,
Independiente encontró a su reemplazante, que le ha rendido muy bien en los
partidos que jugó. Y es uno de los pilares de la levantada.
Está claro: como dice al
principio de la nota, Independiente debe sumar todavía muchos más puntos para
poder quedarse. Suena poco lógico esperar que un equipo, en siete partidos,
pueda hacer lo que no hizo en 107. Sin embargo, Independiente ahora parece
tener con qué. El clima interno del club es muy propicio para que lo que
esperan todos los hinchas, finalmente se concrete. Por supuesto, pueden pasar
muchas cosas de acá al final del torneo. Pero las condiciones están dadas, son
favorables, para que el club de Avellaneda, que supo ser glorioso, pueda pensar
en volver a ser lo que no hace mucho fue.
Por Esteban Perisset
Etiquetas: Esteban Perisset, Independiente, Notas de opinión
1 comentarios:
Muy buena nota Esteban!
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