miércoles, 8 de mayo de 2013

Independiente: Las claves de la levantada



Independiente, en estos últimos dos partidos, ante Argentinos Juniors y Tigre, ha evidenciado una notable recuperación. Es muy distinto lo que produce el equipo en cancha ahora de lo que producía hasta hace sólo tres semanas. Al club de Avellaneda le falta sumar muchos puntos si quiere quedarse en Primera. Y no depende de sí mismo, ya que Quilmes, con su gran movilidad en el promedio, derivada de que es un recién ascendido, puede alternativamente quedar por arriba y por abajo del Rojo, según gane o pierda. Pero, de todos modos, Independiente actualmente da una imagen de esperanza, de que se puede quedar, contrastante con la resignación de antes.
El equipo luce mucho más sólido, más fuerte futbolísticamente y el clima que se respira en los entrenamientos ha cambiado radicalmente. Si hace tres semanas se podían ver pintadas amenazantes en los alrededores del estadio, y el domingo los hinchas que fueron a Victoria terminaron cantando con alegría. Además, los seis puntos que se le descontaron a Argentinos Juniors (rival directo) en estas dos fechas, más el traspié que sufrió Quilmes la fecha pasada, alimentan la ilusión.
Mucho se habla de la suerte en el fútbol como uno de los determinantes. Cómo no aceptarlo, si un país puede quedar eliminado de un Mundial o de cualquier copa de selecciones por penales y, esa eliminación, desencadenar procesos profundos (recordar lo que pasó con la Argentina en la Copa América 2011), o con otros ejemplos. Y en este aspecto, a Independiente parece haberle cambiado la mano. En la mala racha, Independiente no tenía suerte. No convertía sus situaciones de gol y en cambio recibía goles, muchas veces con gran efectividad (en goles convertidos sobre situaciones generadas) de los equipos contrarios. Y sufría goles que podrían calificarse, perfectamente, como de mala suerte; el autor de la nota los define como “goles que sólo sufren los equipos que están en crisis”.
Ante Rafaela, en la previa al segundo gol, un jugador rafaelino, tropezándose, le dio un pase gol a Diego Vera. Cuando Independiente se mata para crear mínimas situaciones de gol, un contrario, de carambola, deja un jugador mano a mano con el arquero de Independiente. Como yapa, la gran definición de Diego Vera en ese gol, pinchándola sobre la salida de Hilario. Sin desmerecer al jugador, ¿cuándo en su vida Diego Vera la picó para hacer un gol? Más todavía: Newell’s, en la primera fecha, pasó a ganar muy poco después de que Independiente, de penal, desperdiciara la chance de ponerse 2-1. Y Rafaela se puso en ventaja en la jugada inmediatamente siguiente a que Farías no pudiera convertir, tras un error del arquero local (otro indicio de mala suerte, no lograr aprovechar errores ajenos), el primer gol del partido. Todos estos son pequeños síntomas de que Independiente, más allá de su falta de juego, no ligaba.
Eso empezó a cambiar a partir del partido ante Argentinos. Si bien el empate parcial de dicho partido fue un golazo (del colombiano Lenis), Independiente se salvó algunas veces de lo que pudieron ser goles de Argentinos. Pelotas que en otros partidos hubieran ido al ángulo, ahora se iban afuera. Y alcanzó su máxima expresión en el partido contra Tigre. El primer gol fue de mitad de cancha, y en el segundo la pelota entró luego de que Javier García no la pudiera rechazar ni desviar, muy mansamente y casi pidiendo permiso. Son señales de que la suerte empieza a cambiar.
Por otro lado, hay que resaltar la enorme mejora en el aspecto anímico. Anteriormente el equipo entraba con una mentalidad muy débil a la cancha. Ante el primer golpe, fuera un gol contrario, fuera un gol propio no concretado, la moral del equipo se caía, por así decirlo. Basta ver cómo, tras el empate de Unión en cancha de Independiente, éste se desordenó por completo y empezó a buscar el segundo sin orden ni plan alguno. Lo mismo pasó ante Rafaela. Y ante Argentinos, tras el empate de los de la Paternal, Independiente se quedó varios minutos sin reacción. Pero, en un momento, reaccionó y, al poco tiempo, vino el penal convertido por Montenegro, que reavivó al equipo. A partir de ese gol, el Rojo fue con todo al ataque, y tanto fue así que llegó a convertir el tercero, y casi que pudo haber hecho más goles.
Ante Tigre, en tanto, el equipo salió desde el primer minuto a hacerse dueño del encuentro, con una personalidad que sólo se le había visto una vez en todo el torneo: contra Racing. No por la intensidad mostrada, sino porque esta vez la pudo mantener a lo largo de casi todo el partido. Tal vez se le acerque la versión mostrada en el clásico ante Boca; para comparar, en ese partido el Rojo se desinfló en el segundo tiempo, mientras que contra Tigre la actitud de ataque estuvo presente todo el partido. Quizás Miguel Brindisi haya trabajado mucho en este aspecto; en alguna declaración, reconoció que el anímico era “el mayor problema que tenía Independiente”, y que iba a trabajar en eso. Si lo hizo, el trabajo es muy bueno.
Por último, debe destacarse la manera en la que juega el equipo. Quizás sea la confianza que se tienen los jugadores, potenciada por los resultados, o quizás una mayor toma de conciencia de éstos sobre la situación en la que están. Pero, mirando los partidos, se observa una mejora en el nivel individual de muchos jugadores que, hasta hace un mes, estaban en un nivel bajísimo. En los últimos dos partidos se observaron muy pocos errores defensivos, y una defensa en general más sólida que antes, donde los jugadores muestran mayor concepto futbolístico a la hora de desempeñarse. La prueba es que, en estos dos partidos, el único gol sufrido fue de muy buena ejecución. Por otra parte, al mediocampo se lo nota más comprometido en la recuperación y el armado de juego. Contrastemos eso con la tonta expulsión de Federico Mancuello, contra Rafaela, por una innecesaria falta: estaba en la mitad de cancha; tenía mucho tiempo Independiente para reacomodarse y robar la pelota Todo eso sin contar que la roja obligó a Independiente a jugar con uno menos por 60 minutos, y que, evaluando riesgo-beneficio, la decisión de Mancuello no fue buena. Por muy bueno que sea un avance del contrario, siempre existe la chance de que éste no termine en gol; pero jugar con uno menos, en la condición de Independiente, es dar demasiada ventaja. Es algo muy puntual pero, de alguna manera, corona la situación.
En la delantera se dio el cambio más notorio. Independiente parece haber encontrado un goleador: el paraguayo Adrián Fernández, que en los últimos tres partidos marcó cuatro goles. Es el poder de fuego que le faltaba a Farías. Caso raro el del delantero bonaerense: fue el único al que el lavado de cara de Brindisi no lo afectó. Ni contra Rafaela ni contra Argentinos logró convertir. Pero, por suerte, Independiente encontró a su reemplazante, que le ha rendido muy bien en los partidos que jugó. Y es uno de los pilares de la levantada.
Está claro: como dice al principio de la nota, Independiente debe sumar todavía muchos más puntos para poder quedarse. Suena poco lógico esperar que un equipo, en siete partidos, pueda hacer lo que no hizo en 107. Sin embargo, Independiente ahora parece tener con qué. El clima interno del club es muy propicio para que lo que esperan todos los hinchas, finalmente se concrete. Por supuesto, pueden pasar muchas cosas de acá al final del torneo. Pero las condiciones están dadas, son favorables, para que el club de Avellaneda, que supo ser glorioso, pueda pensar en volver a ser lo que no hace mucho fue.
 
Por Esteban Perisset

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1 comentarios:

A las 8 de mayo de 2013, 18:20 , Blogger Unknown ha dicho...

Muy buena nota Esteban!

 

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